Yasmila Abi-Saab - Imagen de lisa runnels en Pixabay
Hoy le quiero hablar a Yasmila, la niña tímida del colegio. A la que le daba vergüenza hablar en público y cuando lo hacía le sudaban las manos. A la que llamaban “palo vestido”, es que era tan flaca que le costaba encontrar jeans de su talla. La que odiaba su pelo y por ello pasaba horas alisándolo. La que no creía poder terminar la carrera universitaria que ella misma eligió. La que siempre tuvo tiempo para escuchar a los demás, pero se olvidó por mucho tiempo de oírse. La que más de una vez tomó decisiones basándose en el qué dirán. La que ni soñaba con atreverse a subir a un avión para irse a estudiar inglés a la otra punta del planeta. Y no sólo lo logró sino que duplicó la apuesta –y con pandemia mediante-.
Algunos creen que ir a Irlanda fue una decisión influenciada por terceros. Sin embargo, fue la primera vez en mi vida que tomé una determinación pensando sólo en mí. Entendí que debía probarle a esa niña que fui que el mundo empieza justo ahí cuando te animas a hablar en público y ya no te sudan las manos. Justo ahí, cuando te mirás al espejo y descubrís que el pelo ondeado te queda bien porque es tuyo.
No sabía qué, pero estaba convencida que había algo más esperándome. Y así con más dudas que certezas, pero con la convicción de que era la elección correcta me subí a ese avión con destino a Dublín. A mis 32 años. Era la primera vez que viajaba sola para irme lejos de lo seguro. Lejos de los afectos.
Y hoy observo el camino por el que aposté, al que le invertí amor, energía, lágrimas y tiempo. Miro el camino recorrido y a esa niña que no se sentía segura. La abrazo, le seco las lágrimas y le digo: “todo por lo que pasamos, bueno y malo, valió la pena”. Me pregunto qué cambiaría de mi historia si pudiera. Nada. Porque todo me trajo hasta acá. Es tiempo de agradecer todo.
Hoy sé qué quiero. Quiero soltar mi miedo a la vida, mi versión sumisa. Quiero decirle que no a lo que no me hace feliz, aunque me convenga. Quiero una versión de mi que no responda a los miedos, los paradigmas sociales y la comodidad de lo seguro. No quiero responder más a la mirada del otro; sólo a la mía, la única que debe importarme.
No quiero hacer lo que me digan. Quiero SER.
"todo por lo que pasamos, bueno y malo, valió la pena" ¡bravo, Yas!
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