Cada diciembre parece que todos entramos en el mismo ritual colectivo: mirar hacia atrás, medir lo que logramos, lamentar lo que no, y trazar un plan maestro para el próximo año.
¿Lo logré?
¿Qué hice bien?
¿Qué pude haber hecho mejor?
Y de repente, las listas de logros, las metas incumplidas y los proyectos pendientes llenan nuestra cabeza de basura. Sí. Basura.
Pero ¿y si este fin de año te dejas en paz? ¿Y si este fin de año no fuera sobre listas ni balances, sino sobre simplemente estar?
El mito del balance perfecto
Vivimos en un mundo que nos pide ser productivos todo el tiempo. Si no lograste todo lo que te planteaste, parece que fallaste en el contrato social del éxito. Pero, ¿por qué necesitamos medir todo? El tiempo no se detiene ni espera a nuestros calendarios.
La vida no ocurre en ciclos perfectos de 12 meses; simplemente pasa.
No voy a negar que he hecho balances, me he planteado metas y he trazado un plan para conseguir cada una de ellas. Algunas las logré y otras tantas no. Tampoco voy a negar la importancia de trazarnos metas, pero creo que estamos errados en la forma de enfocarlas. Me explico. Trazar metas como algo a lograr porque eso me va a ayudar a tener una vida más alineada con mis valores sí, pero sin olvidarnos del proceso.
La meta en realidad no importa, lo que importa es en quién nos convertimos mientras vamos transitando el camino. Estar presente en el proceso es fundamental.
La trampa de las metas
Desde mi experiencia, siento que el “esfuerzo” está sobrevalorado. Yo le he puesto esfuerzo a muchas cosas y no me han salido. Algunas sí, pero otras muchas no. Y también, algunas cosas las he conseguido sin mucho esfuerzo; ¿ y eso me hace menos digno/a o le quita valor al resultado? No.
Por eso te invito a que te preguntes: ¿qué pasa si le pones esfuerzo, pero aún así no lo conseguís? ¡No pasa nada! Sos suficiente de todas maneras. No tienes que demostrarle nada a nadie, ni siquiera a vos mismo/a. ¿Y si la vida tiene un plan mejor para vos? Tal vez tu conciencia ni siquiera puede imaginar que puede ocurrir algo mucho mejor que tu creencia en este momento.
Creer que controlamos nuestra vida al 100% me parece un poco ilusorio. No es la meta. Repito: es en qué persona te conviertes en el camino.
La lección de la naturaleza
En lugar de hacer balance, tal vez deberíamos observar el curso de la naturaleza. ¿Acaso la naturaleza hace balance? No, solo sigue su ciclo. Nos enseña algo clave: todo está en constante cambio.
Cada momento es nuevo y, por lo tanto, incomparable.
No eres la misma persona que comenzó este año, pero tampoco necesitas etiquetar esa transformación como buena o mala. Solo es.
Tu ser es más que lo que logras
Imagina no hacer una lista de “éxitos” ni “fracasos” de este año. En cambio, simplemente pregúntate: ¿Cómo me siento hoy? El verdadero éxito -para mi- está en cómo te relacionas con lo que te ocurre, no en lo que logras. Tu esencia no depende de lo que hiciste o dejaste de hacer. Al abrazar esta idea, nos liberamos del peso de hacer balances.
Menos metas, más presencia
Planificar puede ser útil, pero también es un arma de doble filo. Muchas veces, las metas se convierten en una fuente de ansiedad. ¿Qué pasa si no las cumples? ¿Qué pasa si cambias de opinión sobre lo que querías en enero?
Las metas no son malas en sí mismas, pero el apego a los resultados sí lo es. La clave está en disfrutar el camino, sin obsesionarte con llegar a un destino concreto. Tal vez este fin de año no necesitas un vision board; quizá solo necesitas un respiro y agradecer el aprendizaje que te dejó cada momento, incluso si tu mente lo juzga como “malo”.
No hay un momento perfecto para reflexionar ni para empezar de nuevo. Cada día es una oportunidad para recalcular. Repito de nuevo: la verdadera transformación no está en lo que logras, sino en quién te conviertes mientras vives.
Y si en este proceso de introspección sientes que estás lista para profundizar, te invito a explorar mis sesiones individuales: RAÍZ, un espacio para descubrir cómo abrazar tu transformación personal sin la presión de los resultados inmediatos, sino desde un lugar de presencia y autenticidad. La clave está en el camino, y en aprender a gestionar nuestras emociones. Si quieres saber más me encuentras aquí.
Así que, si no haces balance, está bien. Este año simplemente déjalo ser. Sin medir, sin evaluar, sin vision boards. Solo tú, el presente y la libertad de saber que no tienes que llegar a ningún lado.
¿Qué opinas? ¿Te animas a dejar de lado las metas y solo ser?
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