lunes, 20 de abril de 2020

A LA NIÑA QUE FUI



Hoy le quiero hablar a Yasmila, la niña tímida del colegio. A la que le daba vergüenza hablar en público y cuando lo hacía le sudaban las manos. A la que llamaban “palo vestido”, es que era tan flaca que le costaba encontrar jeans de su talla. La que odiaba su pelo y por ello pasaba horas alisándolo. La que no creía poder terminar la carrera universitaria que ella misma eligió. La que siempre tuvo tiempo para escuchar a los demás, pero se olvidó por mucho tiempo de oírse. La que más de una vez tomó decisiones basándose en el qué dirán. La que ni soñaba con atreverse a subir a un avión para irse a estudiar inglés a la otra punta del planeta. Y no sólo lo logró sino que duplicó la apuesta –y con pandemia mediante-.

Algunos creen que ir a Irlanda fue una decisión influenciada por terceros. Sin embargo, fue la primera vez en mi vida que tomé una determinación pensando sólo en mí. Entendí que debía probarle a esa niña que fui que el mundo empieza justo ahí cuando te animas a hablar en público y ya no te sudan las manos. Justo ahí, cuando te mirás al espejo y descubrís que el pelo ondeado te queda bien porque es tuyo.

No sabía qué, pero estaba convencida que había algo más esperándome. Y así con más dudas que certezas, pero con la convicción de que era la elección correcta me subí a ese avión con destino a Dublín. A mis 32 años. Era la primera vez que viajaba sola para irme lejos de lo seguro. Lejos de los afectos. 

Y hoy observo el camino por el que aposté, al que le invertí amor, energía, lágrimas y tiempo. Miro el camino recorrido y a esa niña que no se sentía segura. La abrazo, le seco las lágrimas y le digo: “todo por lo que pasamos, bueno y malo, valió la pena”. Me pregunto qué cambiaría de mi historia si pudiera. Nada. Porque todo me trajo hasta acá. Es tiempo de agradecer todo.

Hoy sé qué quiero. Quiero soltar mi miedo a la vida, mi versión sumisa. Quiero decirle que no a lo que no me hace feliz, aunque me convenga. Quiero una versión de mi que no responda a los miedos, los paradigmas sociales y la comodidad de lo seguro. No quiero responder más a la mirada del otro; sólo a la mía, la única que debe importarme.

No quiero hacer lo que me digan. Quiero SER.

BUSCANDO UN POR QUÉ


A mi me gusta buscar un por qué a todo, como si todo lo que va ocurriendo en la vida estuviera oculto por señales que ésta nos regala y que debemos saber interpretar para poder avanzar, para ser cada día nuestra mejor versión.

Este último tiempo mis pensamientos y mis acciones han cambiado tanto que por momentos no me reconozco, pero a la vez me gusta esta nueva persona en mí. A veces me observo y veo el pasado inmediato que construí y no lo puedo creer. No puedo creer cómo uno logra avanzar en la vida cuanto más se rompe. Es que cuanto más te desarmas, más aprendes. Nadie crece yendo por el camino llano. Creo que la clave es animarse, aunque te de miedo, anímate a saltar.
Acá cuento un salto y la búsqueda de un por qué.

Hace un par de meses me atreví a hacer algo que la Yasmila de antes, esa mujer con miedo a lo desconocido, jamás hubiera hecho. Y lo hice porque todo lo vivido me ha llevado a entender que de lo único que hay que arrepentirse es de no haber hecho eso que tenías ganas -y podías hacer- pero no lo hiciste por miedo al fracaso. Y entonces, contra todo pronóstico, salté.

Pero luego vino la frustración por querer cambiar a esa persona o a la situación que ésta estaba viviendo. No podía, no pude y sé que no podré. No soy yo quien deba cambiar a nadie. No soy el ombligo del mundo.

Pero tampoco quiero ser hipócrita conmigo. Es cierto que no poder controlarlo todo provoca impotencia, rabia y hasta dolor. Me cuestioné nuevamente el por qué. ¿Por qué aparece esto en mi camino?

Y lo entendí. Es que no sirve creer que si pasa actuarías de determinada manera, tampoco sirve que te lo cuenten, no sirve que te hablen de la experiencia de los demás. Para crecer hay que atravesar cada una de las situaciones buenas y malas porque serán las que hagan evolucionar tu yo.

Y entonces hoy me siento lista para decirte a vos GRACIAS. Gracias por aparecer en mi vida con tus pedazos rotos, con tus miserias, con tu sinceridad cruda, con tus rayitos de luz y tu esperanza de un mañana mejor. Un mañana en el que, seguramente, la vida no nos encuentre. Es que nos encontró hoy. Y es hoy todo lo que tenemos. Me cuestionaste por qué no aparecí dos años después, que justo ahora no era el momento. Te miré con tristeza. Fue en lo único que coincidimos, en el por qué…

Y en ese momento entendí que apareciste para arrebatarme el miedo, para comprobar que yo también puedo arriesgarme y no morir en el intento. 

Gracias porque, a pesar de tu ser roto, supiste entenderme. Gracias por darme una nueva Yasmila. Hoy sé que merezco mucho más.
Los finales no tienen que ser felices, tienen que dejarnos en paz.

viernes, 17 de abril de 2020

DUALIDAD



El tiempo pasó. Ya no somos los mismos.
¿O será que, a pesar del tiempo, sí seguimos siendo quienes fuimos?

Y esa maldita duda de tal vez estar equivocándome, a pesar del tiempo.
Paralizada entre lo que fue y lo que ya no es.

Y esa necesidad de no volver jamás.
Y esas ganas de retroceder para siempre.

Mi esfuerzo por no recordarte.
Y mi rezo por no olvidarte.

Mi anhelo de seguir sin importar a dónde.
Mi miedo de volver para siempre.

Mi intención de evitarte a cada instante.
Mis ganas de andar siempre encontrándote.

Y sigo buscando ahora donde ya no hay nada. 
O tan sólo hay miedo de encontrarlo todo.

¿Quién me arrebató el tiempo? ¿Por qué no te llevaste también mis ganas?

NENA


La fina línea entre estoy aprendiendo o sólo estoy perdiendo el tiempo. 
Y un día te levantás y empezás a dudar. Sí, de un día para el otro. Y está bien. No estás loca.
¡Al fin reaccionaste, nena!

Esa sensación de hartazgo recorre todo tu ser. Tu cuerpo lo sabe. Siempre lo supo. No lo podés callar más. No lo querés callar más.
Por la ventana ves hacia fuera. Todo se ve en tinieblas, pero para vos todo está tan claro.

Y te van a querer confundir, nena. No los dejes. Ellos no recorrieron tu camino. Creen que te conocen. Creen que entienden tu dolor. Creen saber qué es mejor para ti. No, no los dejes.

Es ahora que tanta certeza te parte la cabeza. Y de pronto te sentís feliz, nena.  Aunque ellos no lo entiendan. No es el final que soñaste, es cierto. Pero sabés que es el comienzo que tanto anhelabas.

NO IMPORTA


Y un día te escribió más seguido, quiso verte más a menudo.
¿Qué relación es esa? ¿Cuándo comenzó a cambiar?
Todo va bien. Ambos quieren lo mismo. No ponen etiquetas ni existe título que los defina. No importa.

Sus miradas se encuentran. Sus cuerpos se reconocen. Es suficiente así. No importa.
Y un día no escribe tan seguido, no te ve tan a menudo.

Te entristece. Algo no va bien. No importa.
Y te quedaste queriéndole. Pero no importa.

NO TE ROMPAS MÁS





Hoy quiero plantear mi hartazgo. Ya me empiezo a cansar de tener que “romperme” para dejar contento a los demás. ¿Por qué seguir así? Si en realidad nadie puede brindar nada bueno a alguien si por dentro está roto, si no está en paz consigo mismo.

Nos hicieron creer que cuanto más nos sacrificamos por los demás -y no tanto por nosotros mismos- mejores personas somos. Para mi no existe creencia más falsa que esa. ¿Y qué hacés con tus ganas? ¿Y tus deseos dónde quedan? 

Sí, darse al otro es hermoso. Pero hacelo genuinamente, de corazón. Es importante dar, pero sin sentir que estás haciendo el sacrificio de tu vida. Porque así no funciona. Lo único que a la larga aumenta es el reproche, e incluso la exigencia de pretender que ese otro haga lo mismo. Brindémonos al otro, pero sin olvidarnos de nosotros mismos. Es ahí donde las relaciones se tornan genuinas. Y es así como en verdad nos hacemos mejores personas.

Ni el amor todo lo puede ni todo lo debe soportar. Ni cuanto más das para satisfacer al otro quiere decir que algo bueno vendrá. Lo único que vienen son los años y el arrepentimiento. Porque estoy convencida de que nos arrepentimos más por las cosas que no hicimos -y que queríamos hacer- que por las que hicimos.

Pero empezar a hacer introspección poniendo límites e intentando no ceder a lo que el otro pretende de uno, automáticamente te pone en el casillero de persona poco empática con el resto del mundo. Surge una mirada externa un tanto agresiva: “Es que sos malo”, “No me entendés”, “Qué egoísta sos”.

Y está bien que no tenga ganas de entender a los demás. Ahora es tiempo de entenderme y atenderme. Aunque sé que no es fácil sacarse todos esos años de creencias de encima. Hay que tener mucho coraje para poner límites a las personas queridas. Pero se puede y es sumamente necesario para no quedarte con el “que hubiera pasado si…”

Al mundo le sobra gente rota, pero vos ya no te rompas más para complacer a los demás. La vida es muy corta para andar pidiendo permiso.

VOS Y YO

      Yasmila Abi-SaabImagen de carolinafortuna en Pixabay

Y yo tan decidida y vos tan perdido.
Y yo tan ahora y vos tan algún día.
Y yo tan todo o nada y vos tan en equilibrio.
Supe admirar tus alas y las adopté como mías.
Y aprendí a disfrutarte en libertad. La libertad que hoy nos aleja.

Y se termina. Y no lo puedo evitar. 
No tengo reproches. Pero los busco entre mis recuerdos como si ellos pudieran ayudarme en algo. No encuentro nada. 

Fue todo como debió ser. No puedo contradecir al tiempo.
Tampoco tengo nada que decir. Lo dije todo ya. No sé si a tiempo, pero lo dije todo. 
Hice todo lo que pude. Y todo lo que no pude, se lo llevó el tiempo.

jueves, 16 de abril de 2020

AUTOBIOGRÁFICO


Yasmila Abi-Saab - Imagen: Barcelona, España 16/09/2019
     

“Arriesgar de una vez lo que soy, de lo que puedo ser”, dice una de las tantas canciones de Gloria Estefan. No, no soy su fan. Pero me resonó mucho esa parte de la letra que escuché seguramente en la radio en algún momento y que anoté en mi bloc de notas del celular. Es que desde que incorporé como hábito la escritura, cuando no estoy en un lugar adecuado para escribir me anoto frases a modo de ideas, para no olvidarlas después. Mi memoria es muy precaria, aunque algunos dicen que tengo “memoria selectiva”. No lo sé. Lo dejo a criterio de quienes dicen conocerme.

Pero el punto es que es curioso cómo la letra de una canción o incluso una simple frase que leíste o te dijeron, puede quedar resonando en nuestra cabeza y ser un disparador de creación. En mi caso, de algún texto a compartir. Me gusta.

Volviendo a la frase inicial, eso es lo que tuve que arriesgar cuando tomé la decisión de venirme a Irlanda a estudiar inglés y trabajar (trabajar de lo que surja, y dejar a un lado el periodismo por un rato). Durante mucho tiempo tuve miedo de probarme a mi misma que podía dar una vuelta de tuerca a mi vida; que allá fuera había más, debía haber más. El mundo es enorme y la vida demasiado corta para quedarse con las ganas.

Bueno, no me quiero ir por las ramas -ya les contaré en otra oportunidad detalles de esta travesía que vengo haciendo en Dublín hace ya más de dos años-, aunque suelo hacerlo muchas veces. Tengo la cualidad, según me han dicho, de relacionar todo con todo. En realidad no sé si sea una cualidad –que yo elijo tomar como tal- ; más bien depende del ángulo con que se mire y de qué cosas esté relacionando. Si, lo reconozco a veces no tiene nada que ver con nada. Pero también me gusta.

Otras de las cosas que me gustan son el chocolate, pero no el amargo; y el dulce de leche, pero el de Los Nietitos -paso chivo-. No creo que estos datos sean muy interesantes para quienes estén leyendo esto. Pero lo quiero compartir igual. Porque me gusta relacionar todo con todo, aunque no tenga nada que ver.

Existen dos cosas que no me cuestan esfuerzo alguno: la risa y el llanto. Si alguien ríe, yo me río; si alguien llora, yo lloro más. No es ironía. Tengo la lágrima fácil. Y debo reconocer que disfruto mucho de decir “te lo dije”. Si, no es lindo pero no soy perfecta. Ya esta imperfección debo sumarle que odio cocinar. Creí que con el correr del tiempo y la necesidad de valerme por mi misma cuando me fui del seno maternal iba a hacer que eso cambie, pero me equivoqué. Si el hecho de que NUNCA tengo ganas de cocinar matara, yo estaría tres metros bajo tierra. Literal.

Sin embargo, sepan que soy muy buena comensal, amo comer. No existe alimento que no me guste. Si me querés sorprender no me invites al cine, tampoco me regales flores (al pedo, se marchitan al toque), cociname y te ganarás mi profundo aprecio por siempre. Si, así de fácil soy.  

Sin embargo, no suelo ser tan práctica como quisiera. Tengo que confesar que doy “más vueltas que un perro antes de echarse” -dijera mi abuela- si hay un tema que me inquieta o decisión importante que deba tomar. Pienso más que demasiado. Detesto eso. Aunque estoy en pleno trabajo para resolverlo. 

Y ya para finalizar, y siguiendo con la idea de relacionar todo con todo aunque nada tenga que ver con nada, me he dado cuenta que trato de “usted” a las personas mayores, y no por respeto sino por costumbre. 
Lo analizaré…

Rompe el círculo

Cómo las preguntas correctas pueden transformar tus emociones Las emociones negativas no siempre vienen de lo que pensamos. Entendiendo que ...