jueves, 30 de mayo de 2024

¿Cómo separamos la confianza de la arrogancia?

Imagina que estás en una reunión con colegas, amigos o incluso familiares y todos te miran expectantes. Es tu momento de exponer una idea, un proyecto o simplemente un momento de compartir pensamientos. Sostienes la mirada de cada persona y comienzas a dar tu punto de vista mientras hablas con una seguridad que resuena en cada rincón de la sala. 

Al terminar notas que algunas caras reflejan admiración, pero otras parecen un tanto incómodas. Escuchas un susurro: ¿no crees que fue un poco arrogante?



Y el comentario te golpea como un cubo de agua fría. ¿En qué momento la confianza que sientes y proyectas se percibe como arrogancia? ¿Dónde está esa delgada línea y cómo puedes asegurarte de no cruzarla? 


En este artículo exploraremos cómo separar la autoconfianza de la arrogancia y descubrir el verdadero poder de uno mismo a través del concepto de autarquía. 


Ilustración: Pinterest


La fina línea entre la confianza y la arrogancia 


Desde tiempos inmemoriales, filósofos y pensadores han debatido sobre la naturaleza de la confianza y su gemelo, la arrogancia. Platón hablaba de la importancia del conocimiento propio, mientras Aristóteles defendía la virtud de la moderación. Pero, ¿cómo aplicamos estas ideas antiguas a nuestro mundo moderno donde la autoconfianza es celebrada y la arrogancia es rápidamente condenada?


La diferencia entre la autoconfianza y la arrogancia es sutil pero fundamental. La autoconfianza se basa en un conocimiento profundo y honesto de uno mismo, una aceptación de nuestras habilidades y limitaciones. Es un estado de equilibrio interno que nos permite actuar con seguridad sin necesidad de menospreciar a los demás. La arrogancia en contraste, es una máscara que cubre inseguridades, una ilusión de superioridad que se alimenta de la necesidad de dominar y de ser dominado.


La autarquía: el poder sobre uno mismo


En el medio de esta dicotomía se encuentra el concepto de autarquía, un término que generalmente se relaciona con la autosuficiencia de un estado o nación; pero se puede aplicar también a la autogestión personal: una idea que va más allá de la autosuficiencia y abarca el poder de gobernarse a uno mismo con sabiduría y equilibrio.


La autarquía no es solo independencia; es la capacidad de ser dueño de tus propias decisiones y acciones sin depender exclusivamente de la validación externa, manteniendo una visión clara de tus fortalezas y debilidades. Esto no significa cerrar las puertas a las opiniones y ayudas externas, sino integrarlas de manera equilibrada en nuestra autoconfianza. 

Entonces, al cultivar una autarquía saludable, podemos balancear la seguridad en nuestras habilidades con la humildad de aprender y crecer. Es en esta integración donde encontramos la verdadera confianza, una que no solo nos eleva, sino que también inspira a quienes nos rodean.

La autoconfianza genuina, alimentada por la autarquía, es el camino hacia el verdadero liderazgo y respeto. 

Ilustración: Canva

Aplica la autarquía en tu vida diaria 

Puedes aplicar la autarquía de diversas maneras:

  • Autorreflexión diaria. Puedes agarrar tu cuaderno de todos los días para escribir y reflexionar sobre tus acciones y decisiones. Pregúntate si has actuado con confianza y si has estado abierto a las opiniones de los demás. ¡Escribe todo!
  • Desarrolla tu inteligencia emocional. La inteligencia emocional te permitirá entender y manejar tus emociones, así como las de quienes te rodean. Esto es crucial para mantener la autoconfianza sin caer en la arrogancia 
  • Crea un entorno de apoyo. Rodéate de personas que te den feedback honesto y constructivo. Un entorno de apoyo ayudará a mantener el equilibrio entre la autoconfianza y la humildad. 

Recuerda que tu autoconfianza, cuando se alimenta de la autarquía, no solo te eleva a ti, sino que también tiene el poder de inspirar y elevar a los demás. Y al final del día, ese es el verdadero propósito del autoconocimiento.

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viernes, 17 de mayo de 2024

¿Por qué nos gusta tanto que nos reconozcan?



El deseo de ser reconocidos es inherente a la naturaleza humana, cuando recibimos reconocimiento, experimentamos una sensación de confirmación de nuestra valía como individuos.


Para el pensador Hegel, el reconocimiento mutuo entre individuos es esencial para el desarrollo de la autoconciencia y la identidad. ¿Qué significa esto? Básicamente, todos necesitamos ser reconocidos porque desde que nacemos vivimos en un entorno donde el reconocimiento juega un papel crucial en la formación de nuestra identidad. Inevitablemente, la manera en que somos percibidos y valorados por otros influye en cómo nos vemos a nosotros mismos. Por ello, el reconocimiento es la herramienta con la que asentar las bases del autoestima en los niños, el impulso que necesita el empleado en su trabajo, el vínculo que construye una relación sólida entre pares. Cuando nos reconocen nos sentimos amados, valorados y refuerza nuestro sentido de pertenencia y conexión con los demás. 


Reconocer a alguien es visibilizarlo


Además, es cierto que, cuando nos reconocen, experimentamos emociones positivas como la alegría, la gratitud y el orgullo cuando somos reconocidos por nuestros esfuerzos y logros. Estas emociones contribuyen a nuestro bienestar psicológico y emocional, fortaleciendo nuestra autoestima y sentido de satisfacción personal. 


Pero, ¿qué pasa cuando este reconocimiento no llega? El filósofo existencialista, Jean- Paul Sastre, argumenta que la mirada del otro es crucial para la formación de nuestra identidad. En otras palabras, nos definimos en relación a cómo nos perciben los demás. Y en nuestra niñez esto juega un papel fundamental. 


Recuerdo cuando era niña y tenía que presentar un trabajo frente a toda la clase, pasaba horas preparando mi cartulina para la presentación. Me gustaba eso de crear, de escribirla, de ponerle colores. Pero cuando tenía que presentarla delante de toda la clase y decir como loro la lección que previamente debía aprenderme, era horrible. Era introvertida y vergonzosa y ¡pararme delante de todos y ser el centro de atención era la muerte! Por eso, nunca fui la que sacaba mejores notas en estas pruebas escolares. Supongo que mi maestra veía mi esfuerzo, pero la realidad es que la nota siempre era regular. Es que debía de llegar a un estándar que claramente era imposible, porque mi naturaleza iba por otro lado.


Entonces, ¿Cómo te hubieras sentido en esa situación si esa niña hubieras sido vos y tu maestra te hubiera validado? Yo me hubiera sentido orgullosa de mi misma. Es que, en ese contexto, el reconocimiento público de una maestra no solo valida los esfuerzos de un niño, también le hace sentir especial y apreciado ante sus amigos y compañeros de clase.


Este ejemplo ilustra cómo el reconocimiento afecta a la autoestima y la confianza de cualquier persona a temprana edad. El reconocimiento en el contexto escolar no solo se trata de elogiar el buen rendimiento académico, sino también de fomentar una cultura de apoyo mutuo y celebración de los logros individuales.


El ser humano vive en dualidad


Es importante destacar que, este concepto puede generar también una gran dependencia emocional hacia los otros, o al entorno que nos rodea. Es que las personas que buscan constantemente el reconocimiento externo, se les puede hacer más difícil desarrollar una adecuada independencia emocional.


La jerarquía de las necesidades humanas, es una teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow, que plantea que las necesidades de las personas están jerarquizadas según su importancia, y en la cúspide de la pirámide se encuentra el reconocimiento (junto a la auto-realización); es decir, la capacidad de sentirnos competentes con nosotros mismos y la importancia de que los demás valoren lo que somos y hacemos.


Foto: Pinterest


El ser humano vive en dualidad. A las personas les agrada sentirse presentes en un entorno que lo reconoce y lo valida, pero también disfrutan sintiéndose libre e independiente. Pero ser la figura que nadie ve o que no se tiene en cuenta nos afecta psíquicamente. Reconocer a alguien es visibilizarlo, es permitirle ser y crearse a sí mismos en libertad. Y a su vez, el reconocimiento genera auto-aceptación, para cultivar la habilidad de reconocer y valorar nuestros propios logros y cualidades; en definitiva, para construir una autoestima saludable.

A su vez, la calidad con la que nos reconozcamos a nosotros mismos influirá en el modo en que los demás nos valoren. Así, la persona que se valora, se siente realizada y libre construye relaciones afectivas más sanas. La persona de carácter seguro despierta admiración, no dependencia hacia el otro. 


El reconocimiento es importante, pero más importante es no depender de él

Y aquí viene una verdad incómoda: el reconocimiento externo no siempre llega cuando lo necesitamos. ¿Qué pasa si no recibimos el reconocimiento que esperamos? ¿Deberíamos permitir que eso afecte nuestra autoestima? La respuesta claramente es no.

El reconocimiento es importante, no vamos a negar nuestra naturaleza humana, pero sí es importante cultivar una autoestima interna sólida que no dependa exclusivamente de la validación externa. Esto no significa desperdiciar el reconocimiento de los demás, sino reconocer que nuestra valía como individuos va más allá de lo que otros puedan pensar o decir de nosotros -incluso lo que puedan pensar o decir nuestro círculo más íntimo-

El reconocimiento favorece la inclusión

El reconocimiento es la base de toda sociedad porque favorece la inclusión. Saber reconocer es saber querer con inteligencia porque quien practica su propio auto-reconocimiento, también será capaz de validar al otro por lo que es y no por lo que uno desearía que fuera. 

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