En este artículo exploraremos una
perspectiva poco convencional sobre uno de los hábitos más comunes en la vida
cotidiana: la procrastinación. ¿Te has preguntado si esta tendencia a dejar las
cosas para después podría tener un lado positivo?
A menudo etiquetada como una práctica negativa, la procrastinación puede sorprenderte con sus beneficios ocultos y su potencial para fomentar el autoconocimiento y la creatividad.
¿Qué es la procrastinación?
Comencemos por desentrañar el enigma de la procrastinación. ¿Qué es exactamente? Simplemente, se trata de posponer tareas o decisiones que debemos realizar, sustituyéndolas por actividades más placenteras o menos demandantes en el momento. Pero, quién dijo que eso siempre es malo?
Cuando procrastinas, no estás siendo perezoso ni incompetente. Tu cerebro está tomando un descanso, reorganizándose y procesando información de manera diferente. Es como si estuviera preparándose para ofrecerte una nueva perspectiva sobre la tarea en cuestión.
La Neurobiología de la procrastinación
Es sabido que la procrastinación es una conducta en la que casi todo el mundo incurre alguna vez. Sin embargo, para algunos se convierte en un verdadero problema. Lo frecuente es que se busque sustituir una actividad o situación que debe atenderse, por otra que sea más agradable, y por lo general, menos importante. Y así, no se atiende ni se concluye algo que es importante y que se deja “para después”. Ese “después” nunca llega. ¿Pero, sabías que hay una ciencia detrás de este hábito aparentemente poco productivo?
Cuando posponemos una teoría, nuestro cerebro activa ciertas áreas relacionadas con el proceso emocional, lo que puede ser beneficioso para nuestra salud mental. Este proceso puede ayudarnos a manejar mejor el estrés asociado con la tarea, permitiéndonos abordarla con una mente más clara y enfocada más adelante.
En términos simples, nuestro cerebro es capaz
de activar una serie de respuestas emocionales y cognitivas que nos llevan a
posponer la acción. El núcleo de este proceso radica en la interacción
entre el sistema límbico, responsable de nuestras respuestas emocionales, y la
corteza prefrontal, encargada de la planificación y la toma de decisiones.
Cuando nos enfrentamos a una tarea que percibimos como amenazante o estresante,
el sistema límbico puede desencadenar respuestas de evitación, mientras que la
corteza prefrontal lucha por mantener el enfoque y la motivación.
El dolor y la procrastinación
Una hipótesis señala que algunas personas llegan a sentir “dolor” en el cerebro al hacer alguna actividad que les resulta desagradable. En esos casos, se activa un mecanismo llamado “red neuronal por defecto” para aliviar esa sensación. Esta red se activa cuando una persona está atascada frente a algún problema al que no le ve solución.
Con esto, lo peor que puede hacer una persona es insistir en superar ese bloqueo. Lo que se recomienda es alejarse del foco de la dificultad. Esto ayuda a que se active un foco difuso y el cerebro comience a elaborar una nueva ruta de acción. Entonces, ¿cómo se evita la procrastinación? Descansando. Lo mejor es que hagas pausas cada vez que sientas la necesidad de hacerlo. Obligarte o esforzarte, no te lleva a ningún lado más que a la frustración.
Cuando procrastinar sí es positivo
Ahora bien, ¿qué beneficios podemos extraer de este acto aparentemente improductivo?
Creatividad espontánea. Cuando procrastinas tu mente tiene la libertad de divagar y explorar nuevas ideas. Esto puede llevar a una explosión de creatividad, generando soluciones innovadoras e inesperadas
Autoconocimiento profundo. Al posponer una tarea, tienes la oportunidad de reflexionar sobre ella desde diferentes ángulos. Este tiempo de reflexión puede conducir a una comprensión más profunda del problema y, en última instancia, a mejores soluciones.
Reducción del estrés. Procrastinar ocasionalmente puede ayudarte a reducir el estrés asociado con una tarea en particular. Tomarte un tiempo para relajarte y recargar energías puede mejorar tu bienestar general y tu capacidad para abordar la tarea con claridad y calma
Mayor enfoque en tareas urgentes. Procrastinar a menudo lleva a una "presión positiva", donde la proximidad de un plazo inminente nos motiva a concentrarnos intensamente en la tarea en cuestión. Esta intensidad puede resultar en un trabajo más enfocado y de mayor calidad.
Descanso mental. La procrastinación ocasional puede servir como un descanso necesario para nuestra mente, permitiéndonos recargar energías y volver a la tarea con más concentración y motivación.
En conclusión, la procrastinación no siempre es tu enemigo. De hecho, puede ser tu aliado para saber qué herramientas te sirven para ser más productivo; y esto se logra conociéndote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario