lunes, 25 de septiembre de 2023

ÉL SOMOS TODOS

foto:https://pixabay.com/es/photos/chico-retrato-ni%C3%B1o-las-manos-317041/


Es un domingo cualquiera, a las 12 de la noche, estaba en mi casa tomándome un té y aprontándome para dormir. Es verano así que en Mallorca es imposible tener las ventanas cerradas. Y comencé a escuchar gritos. Me asomé por la ventana y vi a dos mujeres y tres hombres discutiendo. No se entendía bien qué pasaba. O tal vez yo no quería entender. No me quería involucrar. Pero, de todas maneras, era claro que era un problema de pareja separada en malos términos y con un hijo en común. 

Mientras observaba desde mi ventana, sentí un nudo en el estómago recordando momentos de mi propia infancia que resonaban en esos gritos. Y no pude dejar de sentir pena por ese niño. Un niño al que veo muy de vez en cuando en la vereda de casa jugando a la pelota solo. Y ahora que lo pienso, nunca lo vi jugando con otros niños o compartiendo el juego con sus padres. Siempre solo.

Me pregunté dónde estaría él en ese momento. ¿Estaría dentro de la casa solito y escuchando la discusión de sus padres? ¿O estaría con algún amiguito o algún familiar en un lugar un poco más acogedor y sin enterarse de lo que estaba pasando? No lo supe.

Lo que sí pude entender es que el papá del niño le estaba reclamando a su mamá que le habían pegado. “Tú no tienes ningún derecho a pegarle. No eres su padre”, se escucha. Y viendo la secuencia, me atrevo a especular que quien le pegó fue su padrastro. Se me partió el corazón. No podía dejar de pensar en ese nene dándole patadas a la pelota. Solito. Intentando matar el aburrimiento. Intentando comportarse como un niño. Intentando no molestar. Intentando darse un ratito de felicidad. Solito.

Quería abrazar al pequeño con fuerza y decirle que lo entendía. Quería contarle que no está solo en su dolor. Que no esté triste. Que no hizo nada malo. Que sus papás lo aman, pero no saben cómo demostrar su amor sin herir. Que sus papás están rotos por dentro y que eso no es su culpa.

Esa noche no pude evitar pensar en la niña que fui. Todos estamos librando batallas internas. Todos, en mayor o menor medida, estamos rotos por dentro. Y a veces, cuando esas batallas pesan más; en medio del caos, solo necesitamos empatía. Solo necesitamos que alguien nos diga "no te preocupes, todo va a estar bien".


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