Mi alta sensibilidad y mi constante cuestionamiento existencial nunca me dejan en paz, y cuando cumplo años se vuelve más intenso. Pero estoy tratando de ver esto como algo positivo. Cuestionarme hace que me ubique en el presente, en lo que hoy tengo. Agradecer y buscar ir por más. Antes me pensaba inconformista, ahora, luego de mucha introspección, sé que me gustan los cambios porque me generan esa adrenalina que me trae el no saber qué va a pasar. Aunque también los sufro, porque suelo ser un poco controladora y me gusta sentirme segura. Y ahí yace mi contradicción existencial, una vez más.
No creo en la idea romántica del cambio. El cambio profundo tiene algo de muerte. Hay una parte tuya que muere y es digna de duelo, luego sí viene el renacer, el abrirse a lo desconocido. Y ese cosquilleo en la panza y ese sentirme como niña una vez más para ir creciendo en esa nueva realidad.
Creo que los cambios de ninguna manera son negativos. Es la forma que tiene la vida de moverte el piso para que dejes de estar en piloto automático día tras día. Y si la vida no me los trae, yo los busco. De hecho, hace cuatro años y medio dejé mi país para irme a buscar situaciones que pusieran en jaque mis creencias. No fue un camino fácil, pero ¡qué camino lindo! Hoy quiero agradecerme por haber tenido el valor de no pensar que ya estaba grande para hacerlo. Haber tenido el valor de cuestionar mi realidad, y lo que había aprendido de niña; o lo que había dejado a un lado justamente porque ya no era una niña. Y tuve que ir a buscarla, recordarla… En nuestro niño es que están todas las respuestas.
Aunque algunos creen que ir al pasado para entender por qué o para qué de determinadas situaciones, es revolver mierda. Y sí, lindo no es; va a heder… pero para mí es la única manera de sanar el alma. ¿Querés que algo o alguien cambie? Voltea a verte, revolvete, saca para fuera, busca… como si fueras el niño que fuiste. No hay mejor forma de autoconocimiento que esa. Y así, lo externo se modifica solo...
Recuerdo que cuando era niña mi familia quería a toda costa que me relacionara con gente. Nunca tuve problemas para socializar con mis pares, me gustaba jugar con ellos; pero también recuerdo cómo disfrutaba de jugar sola. Siempre fui muy obediente. “Vaya a jugar a la casa de fulana”, me decían. Y yo que no cuestionaba nada y acataba todo lo que me decían los mayores, iba. Pero ahora recuerdo cómo al salir por la vereda rumbo a la casa de esta fulana algo dentro mío me hacía ruido, era como un enojo interno. Yo no necesitaba eso. Yo sabía buscarme mis propios vínculos. Yo siempre supe qué era lo que quería y cómo lo quería, pero a veces por ser tan obediente con los padres, con lo correcto, con la sociedad toda, se te olvida. Claro que mi familia quería que fuera una niña feliz, y lo fui. Sólo que ahora entiendo que jugar sola y disfrutar de ello está bien. No hay ninguna anomalía en eso, al menos en mi caso.
Y entonces en este buceo interno del que hablo, fui descubriendo que tengo adicciones. Una es la soledad. Ella es mi gran refugio, por eso la busco. Ahí me encuentro cara a cara con mi ego, ahí me entiendo y me atiendo. Es que sé que salgo del aislamiento fortalecida. Honestamente, a veces el mundo se me hace un poco pesado y es ahí cuando el cuerpo me pide volver a mi.
Detesto los planteos y los reclamos. No los hago y por eso no me gusta que los hagan conmigo. Yo no funciono así. No hago nada que no sienta o no quiera hacer y eso no significa que no me importe la gente. Solo busco darle a las personas a mi alrededor tiempo de calidad y pretendo que eso me vuelva también. Me costó mucho llegar a este punto, y aún lo estoy trabajando…
Tengo adicción a tomar mate. Soy feliz con una bici que me lleve hacia el mar, lo demás es yapa. Me gusta ver amanecer. Caminar por las calles de la ciudad mientras todos duermen y descubrir así sonidos nuevos.
El tumulto de gente me agobia. No puedo estar mucho tiempo dentro de un centro comercial. Me sofoco. Y si tengo que ir, busco hacerlo por las mañanas. Porque les dije que mucha gente me abruma, ¿no?
Debo reconocer que no administro bien mi tiempo. Escribo un montón de cosas que nunca publico. Hago de la meditación una práctica diaria para callar mi mente, al menos por un rato. Intento no encapricharme con lo que no es, pero elijo trabajar constantemente para que sí sea. Y hago terapia porque todo esto no lo descubrí sola…
Me cuesta terminar lo que empiezo, y según mi carta astral es por mi falta de tierra. Me gusta leer temas relacionados con lo esotérico, la astrología, la metafísica, desarrollo personal. Estoy leyendo tres libros a la vez porque, además de que me cuesta culminar las cosas, pues ansiedad por querer todo ya. Estoy trabajando en ello, obvio.
Estoy de acuerdo con la idea de que vivir en pareja es un curso intensivo de autoconocimiento. Creo en los vínculos basados en el compromiso mutuo, pero por sobre todo en la libertad. Ni yo te puedo hacer feliz, ni vos podes hacerme feliz. Nadie merece cargar con semejante responsabilidad. Me hace bien pensar en que somos seres independientes que elegimos compartir este camino que es la vida. Tampoco creo en los “para siempre”, sino hasta que aprendamos uno del otro; y eso sí puede ser un camino de búsqueda constante y para siempre.
Aceptar al otro tal y como es, es un trabajo constante de día a día, pero si lo logramos habla de que nosotros también nos aceptamos tal y como somos.
Intento vivir en armonía con lo que pienso, digo y hago. A veces me gana la culpa y se me complica un poco la teoría pero el trabajo diario de llevarlo a la práctica siempre está. Y cada día lo logro un poco más.
Tomé decisiones que creí que jamás haría. Y eso me trae un sentimiento de satisfacción inexplicable porque me hace sentir orgullosa de la mujer que soy hoy. Y saber todo lo que aún puedo lograr si sigo en este camino, en mi camino; y si logro cada vez más hacerme amiga de mi mente geminiana (porque luna en Géminis), dejando que las emociones me atraviesen sin tenerles miedo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario